Nuestra Historia
"Los pueblos son eso, son recuerdos, son vida. Una vida que queremos compartir contigo."
Historia de la casa
Desde la memoria de los más viejos, la casa junto con la del vecino perteneció a la familia de los Santos, tatarabuelos por parte de mi madre, abuela, y bisabuelo.
La parte de abajo donde ahora está el patio y casi otro tanto de la del vecino era un almacén de vino, donde se almacenaba y trasegaba vino traído de Galicia y vendido en la provincia de Zamora. También vendían azúcar en terrones grandes y aceite. Todavía me acuerdo de las plataformas donde estaban algunas cubas y los perfumes de vino y roble.
La casa se partió entre dos ramas de la familia a finales del siglo XIX principios del XX y se hizo una extensión a La Fontica sobre el ala izquierda y trasera creando la cocina vieja y un salon. La huerta de la parte de atrás también fue dividida en cuatro lotes, como queda hasta el día de hoy.
Mi madre, mis tíos, mi hermano y yo nacimos en la casa, por lo tanto el apego es real, la casa es parte de nuestras vidas. En un principio pensamos llamarla “la casa de los Santos” pero al final nos decantamos por La Fontica, por el nombre de la fuente que estaba en el medio de la plazuela adyacente a la casa.
Restauracion
A la muerte de mis abuelos la casa, que ya estaba en malas condiciones y se deterioró aún más. Mi madre, que de todos los hermanos era la que estaba viviendo en el pueblo, no dejó que se cayera, mandando arreglar el tejado cada año. Después de muchos años llegó a un acuerdo con sus hermanos y se hizo ella propietaria de la casa.
Después de diez años de casi abandono, mi hermano y yo decidimos restaurarla como Casa Rural. Nuestra idea desde el principio y con la ayuda de mi hija que es arquitecto, era renovar la casa conservando la mayoría de las estructuras que se pudieran salvar, siendole fiel a los detalles y materiales originales de la casa. Los constructores locales no entendían muy bien nuestra idea al principio, ya que lo normal es tirar todo lo de dentro, manteniendo solo los muros exteriores de piedra y construyendo el resto de nuevo.
Al final un constructor del pueblo, Concasa, se arriesgo junto con un arquitecto y artesanos locales que fueron los que completaron el proyecto con éxito.
Se han restaurado todas las paredes originales junto al suelo de lastras de piedra y suelos de madera. Los paneles de roble original y el recubrimiento de barro han sido preservados en algunas de las habitaciones. También se ha mantenido la ripia y vigas de roble del tejado, aunque con recubrimiento aislante alta tecnología entre la madera y la teja, para mantener la casa caliente en los meses fríos de invierno y fresco durante los veranos calurosos. La teja también ha sido rescatada de la casa antigua y otras ruinas en la zona.
Queríamos una imagen de arquitectura y decoración contemporánea en contraste con la los materiales y características de la construcción rústica original, especialmente en los baños y cocinas.
La Vida del Pueblo
La vida en el Pueblo, tiene un ritmo lento y sosegado, ayudando a renovar tu energía. Los vecinos se han ido marchando a través de los años a ciudades, a residencias, a estudiar, a trabajar o nos han dejado para siempre. Hay muchas casas y pajares en estado de ruina pero en los últimos años, gente del pueblo y gente de fuera que se han enamorado con la zona han impulsado la renovación y nuevas construcciones, dando una nueva vida al pueblo.
Para muchos de nosotros, la vida en el pueblo, solo fue nuestra niñez en la escuela unitaria, la EGB y todo lo que eso conlleva. Fue juego y libertad, trabajo y quehaceres. Los niños ayudabamos en casa con los animales, traer paja, hierba, cortar patatas, ir a nabos, ordeñar las vacas, ir con los corderos o con las ovejas paridas, ir con la “buyada”. Se nos daba responsabilidad, pero aun así siempre aprovechamos un rato para jugar, jugar sin juguetes, con nuestra imaginación.
Al envejecer, los que nos habíamos ido del pueblo regresabamos para los meses de verano. Seguía siendo trabajo, ir a segar, ir a trillar; pasábamos la vida en la era, con familia, vecinos amigos.
Hay tantas anécdotas de estos tiempos que ahora compartimos a medida que envejecemos, con amigos en la plaza, en el bar, en el campanario, hablando de todo y de nada. Las risas, los primeros amores, las verbenas en otros pueblos y
noches de insomnio bajo las estrellas fugaces.
Los pueblos son eso, son recuerdos, son vida. Una vida que queremos compartir contigo.